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domingo, 5 de junio de 2022

Cafayate un Fundación Controvertida

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Este trabajo pertenece a la Publicación Institucional Nº 4 del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta, Salta 2006.

Se autoriza su difusión con fines no comerciales, siempre que el nombre del autor y el origen institucional sean preservados. Pueden hacerse obras derivadas, dejando bien claro los términos de la licencia de esta obra.

Derechos reservados en todo el mundo. ISBN 987-22075-1-8. República Argentina.

 


 

 

 

 

CAFAYATE

 

UNA FUNDACIÓN CONTROVERTIDA

 

 

 

Rodolfo Leandro PLAZA NAVAMUEL ·

 

 

 

 

                A mis abuelas Da. María Adelfa Mercedes de Peñalva Torino

                y Da. María Lía Navamuel Cuenca, dignas

                descendientes de fundadores de pueblos

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            Desde hace un tiempo los pobladores de Cafayate y en general de todo el Valle de Calchaquí han tendido a perder las tradiciones y a olvidar su historia. Acerca de lo dicho Adán Quiroga, escribe: “Un pueblo sin tradiciones de su origen (…), me parece que debe sufrir los mismos desconsuelos del hombre que no ha conocido sus padres, y debe envidiar a los otros que gozan en los infortunios, recordando los días en que se adormecieron al rumor de los cantos maternales”[1]. Pero por más olvido, no es nada fácil borrar los restos de los pueblos con tantas historias y leyendas. Es en los Valles Calchaquíes donde los indios dejaron hondas huellas y donde la libertad tuvo siempre gruesa raíz en la médula de su raza. Quizá por esas fuerzas mágicas de la tierra, o por la sangre guerrera de los Diaguitas: los valerosos, laboriosos y cultos Calchaquíes y la sangre de sus invasores los Incas, entremezclada entre los habitantes, pueden ser razones legendarias. Quizá por el paisaje majestuoso, donde la vista del hombre se llena misteriosa con el infinito montañoso de disímiles colores, o simplemente por el aire y el cielo puro y libre, que, al Calchaquí, como explicaba Quiroga, lo “distinguía su genio guerrero y su bravura en el combate, su amor a la libertad, su apego a la tierra que lo vio nacer, su orgullo de raza y su valor para resistir a las más amargas decepciones”[2]. Así pues, todo el Valle de Calchaquí desfila silencioso.

            El grito de Mayo también se escuchó en los Valles y la lucha por la Independencia tuvo a estas comarcas como uno de sus escenarios más preciados. Cada pueblo del valle de arriba o del valle de abajo tiene su propia historia, su fundación propia, sus costumbres y hasta su tonada en la lengua del lugareño.

            En un libro anterior dedicado a una antigua familia patricia, hemos estudiado sin proponérnoslo el entramado socio-cultural y económico, desde Tolombón hasta Molinos y Cachi[3]. En esta oportunidad queremos centrarnos en la tan discutida fundación de Cafayate, pueblo donde últimamente se ha procurado desconocer a su verdadera fundadora, olvidar su nombre y hasta se ha eliminado el monumento a su memoria que estaba instalado en una plaza del municipio, quitando de esta manera todo empeño por la recuperación de los orígenes históricos del pueblo. Esta nueva tendencia es manipulada y en general promovida, aunque hacemos la salvedad que no en todos los casos, por nuevos pobladores, inexplicablemente molestos de una tradición histórica tan profunda.

            Por eso, a veces, es preciso recurrir a los estudios genealógicos, tan importantes para el conocimiento de nuestra historia y que muchos, no obstante los minimizan. No podemos hablar de Cafayate o simplemente de doña Josefa Antonia Frías sin profundizar en sus orígenes y saber de buena tinta porqué éstas extensas propiedades llegan a sus manos, como así la voluntad de enajenar parte de sus predios para la fundación de dos iglesias (Cafayate y San Carlos) y un pueblo alrededor de una de ellas.

            Los artículos y capítulos sobre Cafayate son abundantes, aunque es escasa o nula la bibliografía específica en cuanto a una historia general. Cafayate siempre ha sido tratada someramente a través de historiadores destacados, pero hasta ahora nadie hizo una investigación integral. Tarea que nos proponemos para el fututo. Es justo reconocer a Carlos Reyes Gajardo, Bernardo Frías, Atilio Cornejo y desde un enfoque narrativo, al presbítero Felipe Pelanda López.

            Los pueblos en América hispana se han fundado de diferentes maneras y naturalmente por diversas causas. Ya sea a través de colonos que arriban al lugar, cultivan la tierra, construyen sus casas, constituyen sus familias y conviven con los nativos lugareños si los hubiera, ésta fue la forma más corriente. Durante la conquista y la colonia, el fundador era un enviado de la corona, el último suceso de este tipo en Salta fue cuando en 1791 don Ramón García de León y Pizarro, es nombrado por el rey, Gobernador Intendente de Salta del Tucumán. Pizarro realizó en esta provincia un gobierno tan laborioso como pocos, cuya principal obra fue la fundación de San Ramón Nonato de la Nueva Orán celebrada el 31 de agosto de 1794. Casos diferentes pueden darse en poblaciones relativamente nuevas como Embarcación, en efecto, a comienzos de 1800 muchos que comerciaban animales y alimentos con Bolivia y Perú, debían cruzar asiduamente el ancho caudal del río Bermejo desde la banda Sur a la Norte o viceversa e incluso navegar buena parte de su cauce. El lugar conocido hoy como Embarcación parecía el más propicio para dichas labores, de modo que a orillas del río fueron estableciéndose algunas viviendas diseminadas y precarias, que lejos estaban de constituir un pueblo. Tiempo más tarde, a raíz de la construcción del ferrocarril del Norte, se emplazó en el lugar un importante campamento, mientras se tendían las vías desde Ledesma a Embarcación, y desde aquí las correspondientes a los ramales que van a Formosa y Bolivia. Fue por 1905 que don José María Navamuel, asociado con su yerno don Pedro Sanz García, instalaron un gran negocio de ramos generales en los alrededores del campamento, constituyéndose en verdaderos pioneros, más analizando que Navamuel era un destacado ganadero de la zona y eficaz exportador a países vecinos. Los muchos años de permanencia del campamento y en especial del citado negocio, centro neurálgico de transacciones comerciales y de encuentros trascendentes, dieron pie a la formación del sólido y bien poblado núcleo urbano de Embarcación.

            Prosiguiendo con la fundación de pueblos, cabe referir el de uno muy cercano a Cafayate, Animaná, constituido entre los años 1875 y 1886 por don Wenceslao Plaza, reconocido jefe político de los Valles Calchaquíes y próspero hacendado y vitivinicultor, quien “fundó el pueblo de Animaná, entregando parcelas de tierras a sus peones” en el actual Departamento de San Carlos del Valle de Calchaquí, como afirma, entre otros destacados historiadores, la profesora María Teresa Cadena de Hessling. En 1692 Animaná era una encomienda de indios de don Juan de Abreu y Figueroa asignada después de sus campañas de 1658 y 1665 contra los calchaquíes. Es sabido que en la época de la colonia, en 1719, aparece el “paraje de Animaná”, como parte integrante de los bienes del encomendero de la “Hacienda de San Carlos”, el maestre de campo y vecino feudatario de Salta, general don Fernando de Lisperguer y Aguirre. En 1808 Animaná era un pueblo de no más de ciento treinta o ciento cincuenta habitantes, pero a partir de fines del siglo XIX se convirtió en un pueblo floreciente, dedicado a la agricultura, a la cría de animales para la exportación y famoso por sus exquisitos vinos[4].

            Además, Cafayate ya figuraba en 1710 como parte integrante de la “Hacienda de San Carlos”, encomienda de don Fernando de Lisperguer y Aguirre, en virtud de haber heredado su esposa, doña María Díaz de Loria, los derechos de sucesión de su padre, el encomendero de Cafayate don Pedro Díaz de Loria[5]. “Desde el punto de vista religioso, en 1704 era Cafayate una reducción confiada a los religiosos de San Francisco, bajo el nombre oficial de Nueva Reducción del Rosario de Calchaquí”. En 1760 el padre Francisco Ruiz, perteneciente a la familia de Hervás y Andrade y Díaz de Loria, advertía que Cafayate era uno de los pocos pueblos antiguos que existían en aquella época, de los que el mencionado clérigo, alrededor del 1735 y durante algún tiempo, fue cura[6].

            La fundación de Cafayate es una de las más curiosas e interesantes, en particular por lo que tiene la disposición de la donación de las tierras para tales fines. La beneficiada de la donación de las tierras es nada menos que la Virgen del Rosario, a quien más tarde se la nombrará la Patrona del pueblo. La imagen de la Virgen del Rosario que se conserva en la parroquia, perteneció a la Doctrina del Rosario de Calchaquí, como antes señalamos, fue una antigua Misión de los Padres Franciscanos que se estableció en la zona a mediados del siglo XVIII[7], concretamente en el campo de las Capillitas, al pie del cerro de San Isidro[8]. Luego, abandonada esta imagen los cafayateños cariñosamente la denominaron La Sentadita, debido a la posición que muestra la imagen. Actualmente se la venera en la iglesia Catedral de esa población, es la Patrona de la ciudad y de toda la Prelatura, creada en 1969 y su fiesta se celebra el 7 de octubre.

            El nombre Cafayate podría originarse en cafa-yaco, que significa “cajón de agua”[9] y el departamento está situado al sur de la provincia de Salta, entre 1.600 a 2.500 metros sobre el nivel del mar, queda entre los ríos Chuscha por el norte y Lorohuasi por el sur, y a 190 kilómetros de la ciudad capital de Salta. Clima seco, levemente templado en el sur y frío en la parte septentrional. La sequedad atmosférica origina un fuerte contraste de temperatura entre el día y la noche. Las lluvias, de escasa intensidad, abarcan los meses de noviembre a marzo y rara vez pasan de los 250 mm. anuales.

            No hablaremos aquí de los que iniciaron la historia y el desarrollo industrial de Cafayate o del Valle en general, ni de las bodegas, ni de sus viñedos porque como dijimos, esa es una tarea que encararemos en otra oportunidad.

 

 

LA FUNDADORA, SUS ANTEPASADOS Y FAMILIARES

 

 

            1. Doña Josefa Antonia de Frías y Escobar Castellanos

 

            Nació en 1751 y falleció en San Carlos como de 80 años de edad, el 3 de junio de 1831. Fue hija de don Tomás Manuel de Frías Quejana (nacido en la Villa de Haro, provincia de La Rioja, España el 4 de diciembre de 1696; heredero de un Mayorazgo que comprendía numerosas propiedades en España, fundado por su antepasado el doctor don Diego de Yanguas, fundador del Mayorazgo en 1576) y de doña Rosa Valeriana de Escobar Castellanos y Moreno Maldonado. Nieta paterna de don Domingo Joseph de Frías y de doña Catalina de Quejana·. Nieta materna del maestre de campo don José de Escobar Castellanos y Luis de Cabrera (hijo del maestre de campo don Tomás de Escobar Castellanos y Abreu··, y de doña María Luis de Cabrera), y de doña Isabel Moreno Maldonado[10]. Descendiente pues, por línea materna, del capitán don Diego de Villarroel y Meneses (nacido en Villafranca de la Puente del Arzbpo. Provincia de Toledo, España en 1520 y fallecido en Santiago del Estero en 1579; célebre conquistador del Tucumán y fundador de San Miguel de Tucumán; acompañó a su tío Francisco de Aguirre, desde Chile a Tucumán en 1553, se desempeñó como alcalde ordinario de Santiago del Estero en 1553 y en 1554), y entre otros, también descendiente del general don Antonio Luis de Cabrera y Toledo (gobernador de la isla La Margarita en 1577, encomendero del Paso de Cochabamba, corregidor de Andahuaylas y de Villabamba y hermano del célebre fundador de Córdoba en 1573, gobernador del Tucumán don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo).

            Contrajo matrimonio en Salta, el 30 de mayo de 1768, con don Nicolás Ignacio de Aramburú y Lisperguer, nacido en San Carlos alrededor de 1727, viudo de doña Rosa Fernández Cabezas. Fallecido a los 74 años, en el mismo lugar, el 27 de diciembre de 1801, feudatario de Cafayate y de San Carlos del Valle de Calchaquí, y alcalde ordinario de primer voto de Salta, en 1768. Fue hijo del coronel de los Reales Ejércitos don Marcos de Aramburú y de Urdanirrea (natural de Irún, Guipúzcoa, España; maestre de campo y alcalde ordinario de la ciudad de Salta. Hijo a su vez, de don Juan de Aramburú, natural de la villa de Irún, y de doña Catalina de Urdanirrea) y de doña María Bernarda de Lisperguer y Aguirre···. Descendiente por lo tanto, de numerosos conquistadores y primeros pobladores, entre ellos, del conquistador y gobernador del Tucumán Francisco de Aguirre (nacido en Talavera de la Reina, España, en 1500; fundador de Santiago del Estero y renombrado conquistador de Chile, a quien se lo ha considerado uno de reales fundadores y constructores de la Argentina), y de su esposa doña María de Torres Meneses[11]. Del mismo modo, llevaba la sangre del cacique de Talagante, del sur de Santiago de Chile.

            Fue doña Josefa, una importante benefactora para con la iglesia y los desamparados. Entre otros legados, como indicamos en párrafos anteriores, se tiene constancias de su donación de los terrenos para la fundación de las iglesias de Cafayate y de San Carlos.

 

 

            2. Los de Aramburú y Lisperguer

 

            Muchas son las familias salteñas que descienden del viejo tronco de los de Aramburú y Lisperguer. Cuatro al menos, fueron los hijos del matrimonio conformado por el coronel don Marcos de Aramburú y de Urdanirrea y doña María Bernarda de Lisperguer y Aguirre:

            A- Doña María Crisóstoma de Aramburú y Lisperguer, que contrajo matrimonio con el capitán don Juan Antonio de Peñalva de Carbajal y Loria; hijo de don Juan Fernando de Peñalva y Frías Sandoval y de doña Ana de Carbajal y Loria de Aguirre, de quienes proviene la distinguida y numerosa familia salteña de Peñalva (y/o Peñalba).

            B- Don Nicolás Ignacio de Aramburú y Lisperguer, que en su primer matrimonio con doña Rosa Fernández Cabezas y Manchano Gallo (hija de don Gabriel Fernández Cabezas y de doña Josefa Manchano Gallo de Argañarás y Murguía), tuvo dos hijos: 1- Dr. D. Juan Francisco de Aramburú y Fernández Cabezas, cura y vicario de San Carlos del Calchaquí, y 2- Da. María Bernarda de Aramburú y Fernández Cabezas, que se casó con don Manuel Atanasio de Frías y Escobar Castellanos; es decir, con un hermano de doña Josefa Antonia. De este casamiento surgen los Frías Aramburú, que se extenderán en los Frías de la Quintana, Frías Diez, Frías Cornejo, Peñalva Frías, López Frías, Torino López, Michel Torino, Peñalva Torino, Rovira de Peñalva Torino, Aramburú Frías, Zorrilla Aramburú, Aramburú de la Quintana, Frías Llovet, Frías Valdés, Frías Fernández Hoyos, etc.

            Al enviudar don Nicolás Ignacio, se casó con doña Josefa Antonia de Frías y Escobar Castellanos, y este matrimonio tuvo los siguientes hijos: 3- D. Manuel Fernando de Aramburú y Frías, coronel realista; se casó con doña Perfecta Sánchez y Palacios, con sucesión. 4- D. Felipe Santiago de Aramburú y Frías, dueño por herencia paterna de la estancia San Pedro de Yacochuya[12]. 5- D. Bartolomé de Aramburú y Frías, casado con doña María de los Ángeles Pardo Cornejo, con sucesión. 6- Da. María Antonia de Aramburú y Frías, que contrajo nupcias con el coronel patriota don José Gabino de la Quintana, con sucesión. 7- Da. María Teresa de Aramburú y Frías, que se casa con don Hilario Santos de León, con sucesión[13].

            C- Don Antonio de Aramburú y Lisperguer.

            D- Doña Juana de Aramburú y Lisperguer, que contrajo nupcias con don José Manuel de Sosa, viudo de doña Petrona Jurado.

 

 

LA FUNDACIÓN DE CAFAYATE

 

 

            1. La indiferencia

 

            La historia del feudo de San Carlos que originalmente se lo llamó “Hacienda” es sobradamente conocida: su dueño fue el encomendero de San Carlos, Animaná y Cafayate, general don Fernando Rodolfo de Lisperguer y Aguirre, que actuó en la campaña del Chaco Gualamba, al frente del tercio de Salta, acompañando al primer gobernador vitalicio del Tucumán y gran militar, don Esteban de Urízar y Arespacochaga. Como señalamos, una hija de don Fernando y su esposa, doña María Díaz de Loria y Bazán, fue doña María Bernarda de Lisperguer y Aguirre Díaz de Loria, que en su matrimonio con don Marcos de Aramburú, tuvo al reconocido feudatario de San Carlos, don Nicolás Ignacio de Aramburú y Lisperguer, quién a su vez, en segundas nupcias, se casó con doña Josefa Antonia Frías y Escobar Castellanos, la que a la muerte de su esposo queda dueña del feudo, que también comprendía otras propiedades de la región y por lo tanto, importantes heredades en Animaná, Cafayate y Tolombón.

            No es sorpresa encontrar falencias en la historiografía actual pese a los avances, pero es ingenioso lo publicado nada menos que en la página web oficial de Cafayate que hoy (junio/2006) muestra su Municipalidad[14], cuando al referirse a la fundación, asevera desde el comienzo, que “Cuenta la tradición oral, que Doña Josefa Antonia Frías de Aramburú (…) en 1826 (este año es otro error de la página, ya que la escritura se efectivizó en 1828) mandó a extender una escritura de donación a la Virgen del Rosario. Donó el terreno necesario de su propiedad denominado Cafayate situado entre Santa María y San Carlos, para la fundación de un pueblo, con su iglesia y casa para sus curas. Esta donación fue aceptada por el gobernador de Salta”. Si bien lo que se dice está más o menos conforme a lo sucedido, es imperioso aclarar que no se trata de que lo “cuenta la tradición oral…”, desmereciendo la especie; sino que efectivamente existe el documento de la escritura de donación a la Virgen del Rosario como así los papeles probatorios de los trámites realizados por su hijo don Manuel Fernando de Aramburú, representando a doña Josefa ante el Gobierno y Capitanía General de la Provincia, autos que insertaremos más adelante. Estimamos que sería de absoluta justicia reponer el monumento a la fundadora doña Josefa Antonia Frías de Aramburú, como un acto de reconocimiento a su generoso gesto y afirmación de los valores de la identidad del pueblo de Cafayate. Podría ser ubicado en alguna plaza nueva de la ciudad, porque aquella donde se la honraba también desapareció, pese a que el fuerte crecimiento de la población reclama la existencia de estos centros de embellecimiento y recreación, hoy tan escasos.

 

 

            2. La verdadera fecha de fundación, el 26 de octubre de 1840

 

            Así como algunos excluyen de la historia a la verdadera fundadora de Cafayate, otros improvisados afirman que Cafayate no tiene fecha cierta de fundación, pero es sabido y está documentado que la donación de doña Josefa Antonia Frías, fue aceptada por el gobierno de Salta el 4 de noviembre de 1828; que el 29 de abril de 1829, el doctor don Matías Agois se hizo presente ante el escribano público don Mariano Nicolás Valda, con un poder conferido por doña Josefa, en donde confirmaba la donación de los terrenos para la fundación de Cafayate, y también sabemos que el emplazamiento del pueblo se formalizó el 26 de octubre de 1840, como explicaremos más adelante. ¿Entonces, cuando se fundó el pueblo? La donación, reiteramos, fue aceptada por el gobierno de Salta el 4 de noviembre de 1828, pero el pueblo, sin duda alguna se funda el 26 de octubre de 1840 al concretarse la demarcación por parte de don Rosendo de Frías, sobrino de doña Josefa, y ésta es la fecha que debe considerarse, mas no debemos dejar de lado que la idea venía elaborándose en la voluntad de la propietaria de las tierras, doña Josefa Frías de Aramburú desde 1828, y por eso debe considerársela como la única y legítima fundadora de Cafayate, aunque no haya estado presente durante la tan esperada demarcación, porque falleció dos años y medio después de su trascendente legado, siendo ya octogenaria en 1831.

            Los diferentes trámites fueron cumplidos por su hijo don Manuel Fernando, quien el 20 de julio de 1840 comisiona a su primo hermano don Rosendo de Frías para que demarque el pueblo, pidiéndole que “la delineación de la plaza y manzanas deben practicarse con arreglo al espíritu de la disposición de la donante”, pero a esa altura de los hechos, la comarca había sufrido algunas dificultades, ya que en el terreno designado se hallaban muchos cercos, huertas de árboles y bosques, y se había construido uno que otro edificio considerable y “varias casuchas desarregladamente que han trabajado sus pobladores superando sus facultades, que merecen atención al demarcar el pueblo”, según le informaba el 26 de julio don Rosendo de Frías a don Manuel Fernando de Aramburú. Asimismo, le solicitaba brazos para trabajar en la demarcación y la asistencia personal del Juez Departamental. Agregaba Frías en su carta a Aramburú, que “estoy presto al día que usted disponga a dar principio a la precitada demarcación”.

            Así es que, el 26 de octubre de 1840 don Rosendo de Frías daba cuenta a don Manuel Fernando de Aramburú de la comisión conferida, expresándole que la población de Cafayate “comprende nueve cuadras, incluso la de la plaza, de 150 varas cada una de ellas, fuera de las 12 de varas de claro que tienen las calles, que encierra su demarcación” y que practicó las diligencias con el juez Departamental don Anselmo Serrano “haciendo clavar para constancia en cada esquina una estaca perdida, de una vara de largo, labrada de cuatro caras y demás contiguo a cada una de éstas, por signo visible, un palo largo rollizo”. Según explica Atilio Cornejo, don Rosendo de Frías termina expresando que “invirtió en dicha diligencia catorce días, importando sus honorarios cincuenta y seis pesos, de los que rebaja diez y seis, de que hace gracia”. Luego Frías hizo la subdivisión de las manzanas en lotes. Delineó la manzana cuyo frente del Poniente da a la plaza del pueblo de Cafayate, dividiéndola en lotes. Los lotes A, B, D, E, M, N, H, y Y, tienen 30 x 30 varas; los lotes C, F, P, L, J, y K, tienen 30 x 60 y los lotes O y G tienen 30 x 75[15].

            Cabe anotar aquí las vinculaciones genealógicas entre don Rosendo de Frías y Vélez de Alcocer y su tía carnal, la fundadora de Cafayate, confirmando de que las cosas en aquellos tiempos no se hacían al azar. Así pues, don Rosendo nació hacia 1781 en los Valles Calchaquíes, pero alrededor de 1800 se traslada a la provincia de San Juan. Era hijo de don Hipólito de Frías y Escobar Castellanos (que a su vez es hermano de doña Josefa Antonia) y de doña María Agustina Vélez de Alcocer, y nieto paterno de don Tomás Manuel de Frías Quejana y de doña Rosa Valeriana de Escobar Castellanos. El 3 de abril de 1800, don Rosendo contrajo matrimonio en San Juan de Cuyo, con doña María Agustina Rosalía Jofré y Piña, hija del sargento mayor don José Jofré Riberos y de doña María Dolores Piña. Don Rosendo vivió muchos años en San Juan pero sus relaciones familiares en Salta permanecieron intactas, por eso en uno de sus viajes a Cafayate y cuarenta años más tarde, su primo don Manuel Fernando le encarga la demarcación del pueblo dada su experiencia. Falleció don Rosendo en el pueblo de Belén, el 2 de abril de 1841, y tuvo descendencia Frías Jofré.

            Pero, observemos qué pasó con Cafayate durante los gobiernos de Güemes, de Arenales y los años posteriores.

 

 

            3. Reminiscencias de la donación y fundación

 

            En 1817, vemos una pequeña intervención del héroe gaucho don Martín Miguel de Güemes respecto al destino de Cafayate. Así, en atención a los importantes aportes para los gastos de la guerra, eficaz labor y probada honestidad del receptor principal de alcábalas, Sgto. mayor don Juan de Dios de Lea y Plaza, el gobernador don Martín Miguel de Güemes lo designó para que se ocupe de la delineación de dicho pueblo, debido a que el cura del Valle de San Carlos, don Félix Ignacio Delgado, le solicitó a Güemes erigir una capilla en las inmediaciones de una antigua misión de los padres franciscanos que quedaba “como a dos kilómetros del actual pueblo de Cafayate”, en “San Isidro”; no obstante el 17 de diciembre del mismo año, el general don Manuel Belgrano notificaba a Güemes que el cura Delgado no quería entregarle a Plaza los papeles para cumplir con la citada orden; a propósito de esto, oportuna es la trascripción de un párrafo de otra carta de Belgrano, que dice: “El asunto que remito a usted del cura Delgado y Plaza, mírelo con atención y encárguelo a un buen sujeto de aquellos parajes, porque uno u otro, es un embustero y malo, y es de necesidad contener al que lo sea”[16]. Pasaron los años y el 20 de marzo de 1824, el cura de San Carlos don Ignacio Manuel del Portal le escribía al gobernador don Juan Antonio Álvarez de Arenales, contándole el estado calamitoso de la grey cafayateña. Allí le pide que “se proceda a la erección del pueblo del partido de Cafayate; se deslinde los terrenos designados, se distribuyan, señalen y se respeten en toda propiedad y dominio a los vecinos que quieran poblarse”. Arenales accedió a la solicitud del cura del Portal el 22 de abril de 1824, comisionando al teniente coronel don Juan de Dios de Lea y Plaza para que de acuerdo con el cura Ignacio Manuel del Portal efectuaran el trazado del pueblo. El hecho, al decir del historiador Carlos Reyes Gajardo, es que tal emplazamiento no se hizo hasta el 26 de octubre de 1840, porque el cura Félix Ignacio Delgado interfirió en este asunto alegando sus derechos de patrono nato, que obtuvo del general Martín Miguel de Güemes y del provisor del Obispado don José Alonso de Zavala[17]. Existen dos notas dirigidas por el cura Félix Ignacio Delgado al gobierno de la Provincia, publicadas por Carlos Reyes Gajardo en sus “Apuntes…” que indican las causas del retraso. Ambas notas cargadas de desplantes presentan a un hombre intrigante y limitado. Solo añadiremos la primera nota fechada en abril de 1824, que dice:

         “(…) Ante V. S. como mejor proceda de derecho parezco y digo: que ha llegado a mi noticia, el que Da. Josefa Frías, vecina de aquel dicho Valle se ha presentado ante el Gobierno solicitando fundar una Capellanía, o no sé qué cosa en las tierras de Cafayate inmediatos a la capilla que tengo edificada con una corta ayuda de aquel vecindario en virtud del nombramiento que se me hizo de Patrón Nato de ella y de mis facultades por el antecesor de V. S. Don Martín Güemes, y del Sr. Prov. Dr. Don José Alonso de Zavala. Más como la solicitud de dicha Da. Josefa Frías se dirige a extraerme del Patronato que por derecho y justicia me corresponde, como todo consta del expediente original que al efecto de su declaratoria tengo presentado ante V. S. y hasta la fecha no se ha proveído cosa alguna sobre el particular pido a V. S. que para contestar como corresponde a la expresada solicitud de la referida Da. Josefa Frías; se sirva mandar se me pase en vista dicha representación original, y bajo el correspondiente recibo que estoy pronto a otorgar, por tanto a V. S. pido y suplico así lo provea y mande que será justicia y para ello…” Félix Ignacio Delgado”.

 

            En la segunda nota, al referirse Delgado a doña Josefa, la menciona como la Da. Josefa y más adelante esta leona, evidenciando una conducta impropia y su desasosiego. Al pie de ésta, el Gobierno contesta con fecha 28 de abril de 1824, que: “la parte legitima su personería y entretanto se comunique al párroco de San Carlos el auto de 22 del presente para su cumplimiento y ejecución”, aunque el pleito siguió en un largo expediente 1828-1837, contra el cura Félix Ignacio Delgado. Es preciso señalar que en la escritura de donación que doña Josefa hace a la Virgen del Rosario de Cafayate fue firmada además, por don Nicolás Frías, don Manuel Fernando de Aramburú, don Fermín Padilla y don José Manuel Sosa como testigos, todos vinculados familiarmente a doña Josefa. En la escritura consta también que doña Josefa siguió expediente contestando a la demanda que interpuso el presbítero Félix I. Delgado que “solicitaba el exclusivo servicio en la iglesia de Cafayate, percibiendo sus emolumentos” a lo que doña Josefa se opuso, fundándose en que la iglesia se encontraba en terrenos de su propiedad, aludiendo además, a “algunas impresiones que pudieran haber dejado calumnias del presbítero Delgado”. Manuel Fernando de Aramburú “como cristiano deseoso del aumento y propagación de nuestra santa Religión había estado y estaba muy lejos de querer arruinar un establecimiento piadoso, que todo lo contrario deseo -dice- como es su adelantamiento, y ofreció sería su primer agente para llevar a cabo cuanto le sea posible (…): que cedía Aramburú a nombre suyo, de su madre y de su posteridad el terreno en que se hallaba edificado el templo y sitio para la casa del cura, a la Virgen Santísima del Rosario, bajo cuyo nombre se había construido: con la calidad de que sea anejo o viceparroquia del Curato de San Carlos, como lo ordenan los decretos de su fundación, y para el pueblo que se edificare, todo el espacio que se juzgue conveniente, con la precisa y justa condición de que se le reconozca por dueño y acreedor por consiguiente a los arriendos que produzca, sin que los señores curas tengan jamás derecho alguno temporal en dicho establecimiento”. En atención al dictamen del Fiscal de Hacienda, el 4 de noviembre de 1828, el gobernador de Salta don José Ignacio de Gorriti y su ministro Buitrago, ante el escribano don Félix Ignacio Molina, dictaron el respectivo auto aceptando “la donación que hace por sí y a nombre de doña Josefa Antonia Frías su hijo don Manuel Fernando de Aramburú”[18].

            El hecho es que el 26 de febrero de 1833, Manuel Fernando de Aramburú seguramente cansado e impedido por sus ocupaciones en las diferentes propiedades y en la política local, en circunstancias ineludibles y apresuradas, se presentó ante el escribano Mariano Nicolás Valda y cedió al cura Delgado el Patronato referido en la cláusula Cuarta de la escritura que a continuación incluiremos, y por lo tanto no se pudo avanzar en la fundación, postergando como vimos, hasta 1840, el desarrollo y progreso del proyecto. Los terrenos para la Iglesia, Casa Parroquial y las cuadras para la formación del pueblo de Cafayate, como anunciamos anteriormente, fueron donados por doña Josefa Antonia de Frías y Escobar Castellanos, esposa del feudatario don Nicolás Ignacio de Aramburú y Lisperguer, a la Virgen del Rosario, donación que fue aceptada por el gobierno de Salta el 4 de noviembre de 1828[19].

            El 29 de abril de 1829, el doctor don Matías Agois del vecindario de Salta, se hizo presente ante el escribano público don Mariano Nicolás Valda, con un poder procedente del pueblo de San Carlos, conferido por doña Josefa Antonia de Frías de Aramburú, en donde confirmaba la donación de los terrenos para la fundación de Cafayate “para que en su nombre estienda y haga estender donde y como convenga una escritura de donación que hace a la Virgen del Rosario de Cafayate…”, es oportuno mencionar que en esta oportunidad, firman como testigos don Félix Antonio Outes, don Juan Esteban Arias de Navamuel, y el escribano don Félix Ignacio Molina.

 

 

            4. La escritura

 

            La escritura de donación que hace doña Josefa Frías, representada por su hijo don Manuel Fernando de Aramburú, ante el Gobierno y Capitanía General de la Provincia y el escribano público don Mariano Nicolás Valda, fruto de mis investigaciones en el Archivo y Biblioteca Históricos de Salta[20], es un documento irrefutable desde todo punto de vista y textualmente dice lo siguiente:

 

         En esta ciudad de Salta a veinte y nueve de Abril de mil ochocientos veinte y nueve: Ante mi el Escribano Pubco. y testigo, fue presente el Sor. D. D. Matías de Agois, de este vecindario, a quien doy fe conozco, y me exhibió el poder qe. le confiere Da. Josefa Antonia de Frías desde el Pueblo de San Carlos y cuyo tenor dice así:

 

“Aquí el Poder de la antor. Foja”

         “Y usando del mencionado poder dijo: que su representada por medio de su hijo Don Manuel Fernando de Aramburú, ante el Gobierno y Capitanía General de la Provincia siguió expediente por Noviembre del año próximo pasado, contestando a la demanda qe. puso el Presbítero Don Félix Igno. Delgado qe. solicitaba el exclusivo servicio en la Iglesia de Cafayate, percibiendo sus emolumentos, y oposición qe. su poderdante hizo atentar varias razones fundadas, y especialmente exhibir la Iglesia en terrenos de su propiedad: qe. concluyó su parte, presentando al Gobierno un dato (según se espera en su último escrito) que bastaría en su concepto a dejar de su imaginación algunas impresiones qe. pudieran haber dejado las calumnias al Prevo. Delgado: que el hijo de su poderdante D. Manuel Fernando Aramburú, como cristiano deseoso del aumento y propagación de nuestra Santa Religión, había estado y estaba muy lejos de querer arruinar un establecimiento piadoso. Que todo lo contrario deseó, como es su adelantamiento, y ofreció sería el primer agente para llevar al cabo en cuanto le sea posible, su perfección; pero que sería como lo demanden la justicia y las leyes: qe. cedía Aramburú a nombre suyo, de su madre, y de su posteridad, el terreno en que se hallaba edificado el templo, y sitio para la casa del cura, a la Virgen Santísima del Rosario, bajo cuyo nombre se había construido; con la calidad de que sea anejo o Vice Parroquia del Curato de San Carlos, como lo ordenan los decretos de su fundación, y pa. el Pueblo qe. se edificare todo el espacio qe. se juzgue conveniente, con la precisa y justa condición de qe. se le reconozca por dueño, y acreedor por consiguiente a los arriendo que produzca, sin qe. los sres. Curas vengan formar derecho alguno temporal en dcho. Establecimiento: En vista de dcho. escrito, y lo por el fiscal de Hzda. contestado por parte de Delgado se proveyó en cuatro de Noviembre último, lo que sigue - Salta Noviembre cuatro de mil ochocientos veinte y ocho - Vistos con lo expuesto por el Fiscal: Aceptándose por el Gobierno la Donación qe. hace por sí y a nombre de Da. Josefa Anta. Frías su hijo Don Manuel Fernando Aramburú; notifíquese qe. para reducirse como corresponde a Escritura Púbca., acompañe poder bastante de dcha. propietaria, debiéndose en este caso entenderse la donación con la calidad propuesta, de qe. se designe previamente el terreno preciso para la casa Parroquial y población, cuya operación se comete al cura Párroco de San Carlos, quedando valorizada en cuanto a esto por la expresión del Donante, la fundación (…) y nula de que ha hecho mérito el actor: y a los fines consiguientes se transcribirá este auto, luego de presentado el poder arriba prevenidos a los sres. cura Párroco y juez Departamental de San Carlos, con la prevención de dar pronta cuenta con diligencias para el otorgamiento de la Escritura. Téstense las expresiones injuriosas qe. se observan en los escritos de las partes sin especial condenación de costas - Gorriti. Dor. Buitrago - El señor D. José Igno. De Gorriti corl. Mayor de los Extos. de la Patria, Gobernador Intendente y Capitán General de la Prova. con dictamen de un asesor Sec., así lo pronunció, mandó y firmó definitivamte. Juzgando en el día de la fecha por ante mi de qe. doy fe - Aramburú - Molina - En seis del corriente hice saber el anterior proveído a la parte de D. Felix Delgado, quedó impuesto, y firma, de qe. certifico - Mro. Yanzi - Gallegos –”.

 

         “Y en conformd. del mencionado poder y auto inserto otorga: que en nombre de su representada, su hijo Don Manuel Ferndo. Aramburú, y su posteridad, y de quién de ella hubiere título, voz y causa, en cualquier manera, cede, renuncia y traspasa para siempre, y hace gracia y donación perfecta, irrevocable, intervivos a la Santísima Virgen del Rosario de Cafayate, según lo propuso Aramburú ante este Gobierno, el terreno expresado, con todas sus entradas, salidas, usos, costumbres, derechos y servidumbres que ha tenido, tiene, y le corresponden y deben corresponder sin limitación ni observación; cuya cesión, renuncia y donación, le hace consecuente a su oferta y al auto del Gobierno de cuatro de Noviembre último, bajo las explicaciones y condiciones siguientes”.

         Primera: que siendo muy pequeña la Iglesia que en el día sirve de Vice Parroquia en Cafayate, y hallándose en estado de ruina; tratándose de su reparación, es voluntad de su poderdante ceder, como en efecto cede a favor de dicha Iglesia, todas las varas de ancho y largo qe. los fieles quieran aumentarle, para la mejor y más cómoda asistencia de aquella feligresía”.

         Segunda: del mismo modo es voluntad de su poderdante, ceder, como en efecto cede, veinte y cinco varas de frente, y treinta de fondo, contigua a la Iglesia, para casa cural de los sres. Párrocos, sin pensión ni reato alguno, las que desde ahora quedan separadas: de la propiedad y dominio de aquella”.

         Tercera: Que graduando su parte, según el vecindario del dcho, por muy suficientes, cuatro cuadras circunscriptas en una línea, con más las varas qe. deben dividir las calles para la formación de aquel Pueblo; ofrece y da por ahora dichas cuatro cuadras para la proyectada población, sin perjuicio de proporcionar más terreno, si el aumento de ésta lo exigiere; pero con la precisa condición de que los sitios se han de demarcar a quince varas de frente, y treinta y cinco de fondo, para evitar el abuso que hay en dicho Pueblo de formar en su centro huertas, con grave perjuicio de aquel vecindario en la labranza”.

         Cuarta: Que siendo su representada la Patrona nata, todos los pobladores qe. hubieren de componer aquel vecindario, se entiendan con ella o con su poder habiente para el arrendamiento o canon que por el piso del sitio deban oblar: por fallecimiento de aquella (según le instituye) deberá sucederle en el patronato su hijo Don Manuel Fernando de Aramburú, y por muerte de éste, a su hijo, y nieto de su poderdante Dn. José Gregorio Antonino de Aramburú, y descendientes de éste, según el orden de sucesión para el goce de dicho Patronato; con sola la penca. de una misa anualmente aplicada por el bien del alma de su poderdante, y las de los demás ascendientes de Dn. Manuel Fernando Aramburú”.

         Quinta: serán facultados los Patronos, para expeler y votar del Pueblo a los escandalosos incorregibles, viciosos y perturbadores de la tranquilidad pública: todo en conocimiento de causa y decreto del Juez territorial; como también preferibles a las Patrones para la compra de los edificios que tratasen dejar o vender; por cualesquiera causa u ocurrencia”.

         Sexta y última: queda revocada toda otra donación que por sorpresa o engaño se le hubiese arrancado a su poderdante, del mismo terreno; y expresa ser voluntad de ésta, cubierta únicamente la presente, que ahora la otorga, en todo su vigor y fuerzas por haberlas realizado de su espontánea voluntad, y ser lo que al derecho y conciencia de su poderdante conviene”.

         “Con cuyas calidades y condiciones cede y dona el expresado terreno en Cafayate; y desde hoy en adelante para siempre jamás, se abdica, desprende, desapodera, desiste, quita y aparta, y a los suyos, del dominio útil y directo, título, usos, recurso, y otro cualquier derecho que a ella le corresponde; y todo, con las acciones reales, personales, útiles, mixtas, directas, ejecutivas, y demás qe. le competen, lo cede, renuncia y traspasa en la santísima Virgen del Rosario para el fin ya indicado, bajo las solemnidades legales. Declara que a su representada le quedan bienes suficientes para testar, y que esta cesión y donación no es inmensa, ni por consiguiente reprobada por derecho: se obliga en nombre de su parte, a no revocarlo total ni parcialmente, y si lo hiciere, no valga, y sea visto por lo mismo haberla formalizado con mayores (…) y firmezas, añadiendo fuerza a fuerza, contrato a contrato”.

         “A la firmeza y cumplimiento de todo lo relacionado, obliga a su poderdante con sus bienes habidos y por haber en bastante forma, y da poder cumplido a las Justicias de la Nación para qe. la compelan a su exacta observancia como por senta. pasada en autoridad de cosa juzgada, que por tal la recibe, y renuncia todas las leyes, fueros, derechos y privilegios de su favor, con la general qe. lo prohíbe. En cuyo testimonio así lo otorga y firma siendo testigos Don Felix Antonio Outes, Don Juan Esteban Arias Navamuel, y el Esno. Felix Ignacio Molina (…).

 

Dr. Matías Agois                                Marno. Nicolás Valda

                                                                   Esno. Pco.”[21].

 

 

 

SU HIJO, DON MANUEL FERNANDO

 

            Don Manuel Fernando de Aramburú y Frías, fue bautizado en San Carlos del Valle de Calchaquí el 12 de octubre de 1769, y falleció en Cafayate el 23 de setiembre de 1843[22].

            Hacendado y militar que estuvo políticamente adherido a la causa realista en tiempos de la liberación americana. Con vocación por la milicia, fue enviado por sus padres para estudiar en el Colegio de Nobles, en Madrid. Desde allí pasó a Buenos Aires para continuar su carrera. En 1805 revistaba como cadete y fue destinado a prestar servicios en Salta donde se hallaba en 1806, con el grado de alférez. Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires integró el contingente que por orden del virrey Sobremonte se proponía arribar a Buenos Aires, sin embargo éste solo llegó hasta Córdoba. En 1807 fue ascendido a subteniente y en 1810 ostentaba el grado de teniente de milicias participando en los Cabildos Abiertos celebrados en Salta, inclinándose entonces a la causa patriota. Pero en la elección de diputado ante la Junta Grande, no votó por el patriota Gurruchaga, sino por don Francisco de Tineo, que más tarde sería uno de los cabecillas del bando realista, pese a esto, lo sorprendente es que donó de su peculio “dos mulas mansas y su persona” a la causa de Mayo.

            Por este hecho evidentemente logró la simpatía de la Junta Provincial de Salta, y es así que el 8 de octubre de 1811, luego de haber sido ascendido a capitán, se le encomendó apostarse en Pastos Grandes, a las órdenes de 55 hombres, a fin de evitar la introducción de espías realistas desde el Alto Perú. Pero Aramburú, tenía una gran afinidad con los realistas y a partir de 1812, se puso en la campaña de reclutar hombres para los ejércitos del enemigo. En octubre de este año, el ministro secretario de guerra don José Toribio Tedín, se trasladó a San Carlos llevando una misión secreta encomendada por los patriotas de Salta, llamada a disuadir a don Manuel Fernando de Aramburú de sus planes realistas. Las gestiones de Tedín, en un primer momento, tuvieron resultado, pero su adhesión a los realistas era indeclinable. En efecto, el 31 de enero de 1813 en la Catedral de Salta, prestó juramento a la Constitución española de 1812, sin embargo no actuó en la Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813.

            En la Villa de San Carlos del Valle de Calchaquí, el 7 de abril de 1813, le confiscaron a don Manuel Fernando de Aramburú todas las propiedades que poseía “por sospechas de tener sentimientos contrarios a la causa del orden”[23]. Más tarde, a fin de obstruir los planes militares del general Güemes, de Aramburú equipó a su costa en 1814, un fuerte regimiento de criollos al que denominó “Escuadrón de Caballería de San Carlos”, en favor del rey Fernando VII, procurando mantener los Valles Calchaquíes despojados de la influencia de los patriotas, afamado foco de resistencia realista aunque indiscutible su inferioridad militar en la zona.

            Sabemos que los principales hacendados de la región, existentes en ambos bandos, surgieron como los indiscutidos jefes militares de la campaña y de esta manera aparecen las familias acaudaladas de los Valles Calchaquíes como los mayores protagonistas durante las reñidas contiendas[24]. Pues vemos a realistas como los de Aramburú y los de Isasmendi en los Valles Calchaquíes, que debieron enfrentarse políticamente con los Díaz, los de Lea y Plaza, los Ruiz de los Llanos, los Arce y los Fernández de Córdoba, entre otros patriotas. Así, todos estos guerreros de la Independencia oriundos de los Valles Calchaquíes, fuesen de la causa del rey o de la emancipación, supieron actuar las fuerzas de sus linajes. Del mismo modo, dentro de esas familias realistas también se contaban con algunos miembros adheridos fuertemente a la causa de Mayo. Bien destaca pues, Carlos Luque Colombres, cuando escribe que estos apellidos mencionados “de noble cepa española, dieron lustre a su nombre por sus heroicas gestas”.

            Uniéndose Manuel Fernando de Aramburú con su “Escuadrón de Caballería de San Carlos” a las fuerzas del general Joaquín de la Pezuela, participó desde 1814 en las diferentes invasiones a Salta y Jujuy, venidas del Alto Perú, las que en aquel entonces estaban integradas hasta su separación, recién en diciembre de 1834. Señala Vicente Cutolo que “actuó incluso en la Batalla de Tarija donde triunfaron las tropas de Güemes”. En uno de los encuentros contra las huestes de Martín Miguel de Güemes en Humahuaca, durante la retirada de Pezuela, Aramburú recibió un impacto de bala que le atravesó la lengua, quedando con grandes dificultades para el habla durante el resto de su vida. De larga actuación guerrera, alcanzó el grado de coronel de las tropas del rey, y al frente de su escuadrón rindió su espada en Ayacucho. Instalado nuevamente en sus posesiones del Valle de Calchaquí, se ocupó de las diferentes estancias, intervino en la política local y desde luego, se aseguró de todo lo concerniente al legado de su madre, respecto a la donación de las tierras para la fundación del pueblo de Cafayate y de la concreción del mismo[25].

            Su esposa doña Perfecta Sánchez y Palacios, con la que contrajo nupcias previa información matrimonial en Salta del 24 de setiembre de 1810, vivió en sus valiosas heredades de los Valles, particularmente en Cafayate, donde el 14 de setiembre de 1867 falleció como de 80 años de edad, siendo sepultada en la iglesia parroquial “hasiendo una excepción a la lei, por haber sido Patrona i especial benefactora de ella”. Conservaba doña Perfecta todavía, aquella adhesión y amor a Fernando VII, y en los banquetes a que asistía, brindaba: “Por nuestro Amo y Señor el Rey”. Fue hija de don José Tomás Sánchez de Junco, administrador de la Real Renta de Tabacos, y de doña Gabriela Palacios y de Frías, emparentada ella con la familia materna de don Manuel Fernando de Aramburú[26].

 

 

CREACIÓN DEL DEPARTAMENTO

 

            Por Ley promulgada el 14 de noviembre de 1863 por el gobernador Juan N. Uriburu y su ministro Genaro Feijoo, el partido de Cafayate se separó del Departamento de San Carlos, a cuya jurisdicción pertenecía, para ser elevado al rango de Departamento y ser la Capital del Departamento del mismo nombre.

            Don Juan C. Tissera en nombre del Obispo Diocesano, le escribe en agosto de 1862, al gobernador de la Provincia Juan de Uriburu, exponiéndole cinco puntos considerados de interés a los ciudadanos de Cafayate. La nota dice:

 

         OBISPADO DE SALTA

                                                                   Salta, Agosto 1º de 1862

 

         Al Exmo. Sor. Gob. De la Prov. Dn. Juan N. de Uriburu

        

         Ha recibido el Obispo Diocesano la respetable nota de V.E. fecha 21 de Julio último, pidiendo un informe sobre el estado del expediente seguido en la Curia Ecca., relativamente a la división del Curato de Sn. Carlos, y erección del nuevo de Cafallate, pa. Presentarlo a la H. A. P. en sus próximas sesiones, y recavar la división del mismo departamento en lo civil.

         En el interés de complacer a V.E. en un asunto que tanto interesa al bien de los ciudadanos de ese Departamento, ha mandado el infrascripto registrar el expediente de la materia, y encontrándolo con un estado de definitiva, resultando comprobados en él, los cinco puntos de interrogatorio presentados por los postulantes, y que son como sigue.

         1º Ser útil y necesaria la división del Curato.

         2º Que los límites y linderos deben ser la loma que separa los potreros de Yacochuya, y Animaná: el alto del médano desierto, que separa las propiedades de Cafayate, y la población de Animaná la punta del cerro que divide las poblaciones de Conchas, y Corralito, línea recta de Oriente a Poniente del último punto al primero, quedando a la parte de Cafayate Las Conchas, la Banda del Mollar, Tolombón y los potreros de Yacochuya.

         3º Que es por lo menos el número de tres mil almas que comprenda el nuevo Curato, en caso se verifique la división.

         4º Que tendría la congrua suficiente el Cura.

         5º Que es Cafayate el punto más céntrico para la erección de la Parroquia, y edificación de la iglesia.

Debo manifestar a V.E. que una vez practicadas algunas diligencias, que aún faltan, estoy dispuesto a hacer la división Ecca. que a mi corresponde deseando al mismo tiempo se haga la división en lo civil, por la autoridad a quien competa, por la alta conveniencia que hay en que la división Ecca. coincida en lo civil.

         Al dejar contestada la de V.E., y devolverle la adjunta solicitud original de los vecinos de Cafayate, hago votos por que los informes que con el mayor agrado le transmito, sean suficientes para su propósito, con que hará un servicio más al País que sin duda no se equivocado ha en encargarle regir sus destinos.

         Dios Gue. A V.E.

 

         Fr. Buenav.a Obispo de Salta

         Fr. Juan C. Tissera

                    Secretario”.[27]

 

            El 8 de octubre de 1863, Cafayate se erige en Curato por la autoridad eclesiástica, fijándose los siguientes límites: “La loma que separa los potreros de Yacochuya, y Animaná: el alto del médano desierto, que separa las propiedades de Cafayate, y la población de Animaná la punta del cerro que divide las poblaciones de Conchas, y Corralito, línea recta de Oriente a Poniente del último punto al primero, quedando a la parte de Cafayate Las Conchas, la Banda del Mollar, Tolombón y los potreros de Yacochuya”. Es así que el primer Párroco fue el doctor Ignacio Colombres, y años más tarde un sacerdote recién ordenado llega a Cafayate como su ayudante, el P. Julián Toscano que luego se posesionará como el segundo Párroco en la historia eclesiástica de Cafayate y acompañará durante veinte años a la comunidad cafayateña como guía y pastor espiritual. El padre Julián Toscano, un hombre progresista que ocupará la Parroquia desde 1877 hasta julio de 1898, encargándose también de la administración de la Parroquia de San Carlos desde 1891 hasta 1898, más tarde será Vicario general de la Diócesis de Salta. Es oportuno señalar que gracias a la iniciativa y entusiasmo de Toscano, el pueblo de Cafayate construyó el Colegio de María, el Hospital Nuestra Señora del Rosario y la actual Catedral.

            A su vez, el Departamento de Cafayate, se dividió en los partidos de Lorohuasi, Yacochuya, Tolombón y Las Conchas. Don Félix Maidana, uno de los caracterizados vecinos que juntamente con otros pobladores de la zona, el 29 de julio de 1862 firmó el acta de solicitud para la creación del Departamento de Cafayate, fue nombrado jefe político del Departamento, por decreto del gobernador Uriburu del 5 de diciembre de 1862, ordenándose la convocación para la elección de regidores municipales. No obstante, es justo recordar a aquellos prestigiosos vecinos que el 29 de julio de 1862 firmaron el acta de solicitud para la creación del Departamento, entre ellos se destacan: Don Juan Nemesio Ibarbals, D. Sigifredo Brachieri, D. Cesáreo Niño, D. José Tomás de Peñalva de la Zerda, D. Nabor Frías, D. Manuel Basílides de Peñalva de la Zerda, D. Wenceslao Plaza, D. Carlos Cornejo, D. Leónides de Peñalva de la Zerda, D. José Modesto Moreno del Corro, D. Fanor Padilla, D. José María Azcárate, D. José López, D. Félix Maidana, D. Delmirio Córdova, D. Juan A. Azcárate, D. Justo Costas, D. Juan Valdés, D. Juan Medeiros, D. Ermeterio Santos B., D. Antonio Oliver, D. Soylo Zambrano, D. Crispín López, D. José Zambrano, D. Miguel Rodríguez, D. Florentín Rodríguez Hermoso, D. Hipólito Medina, D. Juan Antonio Oliver, D. Miguel Cano, D. Cruz Ballestero, etc.[28] Cafayate, tal hemos dicho, fue declarado poco después Departamento por Ley del 14 de noviembre de 1863.

            La solicitud dirigida por los vecinos de los Partidos de Cafayate, Tolombón y Las Conchas del Departamento de San Carlos a la Legislatura Provincial, dice:

 

            Al Sor. Gobernador de la Provincia

Excmo. Señor

            Los abajo firmados vecinos de los Partidos de Cafayate, Tolombón y Conchas del Departamento de San Carlos de esta Provincia usando del derecho que les acuerda el inciso tercero del artículo 110 de la Constitución Provincial ante V.E. se presentan y exponen: Que reputando conveniente a los intereses de la Provincia, a los de estos partidos, como así mismo al mejor servicio público, crear en este Departamento, otro mas, compuesto de los partidos ya nombrados, ocurrimos a V.E., como el órgano competente, para que se sirva elevar esta nuestra solicitud a la Legislatura Provincial y apoyarla eficazmente si la considerase atendible en virtud de las razones en que la fundásemos y que pasamos a exponerlas, la mas sucintamente que nos sea posible.

            Uno de los puntos mas importantes de nuestra Provincia es esta parte del Departamento de San Carlos, de que somos vecinos, no solo por el vuelo prodigioso a que se ha elevado uno de los principales ramos que constituyen la ceguera pública, cual es la agricultura, sino por su gran población acomodada e industriosa, y que es muy superior a la de otros Departamentos de la Provincia.

            Sus producciones valiosas y variadas han aumentado progresivamente de cinco años a esta parte, y se han elevado a más del duplo, hecho muy notable y de llamar la atención, porque revela la existencia de los elementos necesarios, para tener una vida propia y separada y fomenta en grande escala los intereses de la población.

            La grande extensión de los Departamentos de Campaña, el espíritu público recién por crearse, y la falta de hombres suficientemente competentes, para atender con regularidad a todos los intereses del municipio, limitan necesariamente la acción de las municipalidades a las capitales de Departamento, y si alguna vez se deja sentir en los puntos mas distantes, o no es oportuna, o es mas bien una rémora, o un obstáculo mas que se opone al desarrollo de los mismos intereses que tratan de protegerse. El establecimiento de las municipalidades ha hecho conocer prácticamente los inconvenientes de los grandes Departamentos. Las Capitales aprovechan exclusivamente de los beneficios de la vida municipal y se absorben completamente todas las rentas. Aun mas, en todas o en la mayor parte domina cierto espíritu de hostilidad hacia las demás poblaciones, que es causa de que aquellas miren con el mas marcado disgusto a el mas insignificante progreso, el menor adelanto en los otros puntos, donde a fuerza de espíritu público y sin la mas mínima cooperación de las autoridades se ha conseguido llevar a cabo un pensamiento útil.

            Pero felizmente la ley ha dejado abierta la puerta a todas las reformas que aconseja la experiencia, obviando todos los inconvenientes de que necesariamente debe adolecer toda institución nueva, hasta que pueda alcanzar los mejoramientos posibles, llegue a producir todo el bien que es de esperarse de una institución tan benéfica.

            Con el objeto, pues, de aprovechar los enunciamientos que nos ha sugerido la practica de las municipalidades, y los que nos suministran naciones mucho mas adelantadas, donde aquellas solo abrazan un pequeño territorio, y donde su acción es tan dividida y extensa, ocurrimos a V.E. para que al pasar esta solicitud a la H.L. interponga todo su influencia, como Poder Colegislador, a fin de que en uso de la atribución que se le acuerda a la Honorable Sala, por el inciso 15 del artículo 27 de la Constitución de la Provincia, se sirva crear un Departamento en nuestros Partidos.

            Pero para robustecer nuestra súplica y comprobar prácticamente los inconvenientes que hemos enunciado, vamos a citar algunos hechos, que no dejarán la menor duda a este respecto.

            El régimen municipal no ha dado en este Partido hasta hoy ningún bien, no ha producido ninguna institución y hasta la seguridad pública es descuidada, pues no hay un solo empleado rentado para este objeto, y los jueces tienen que costear alguno de su cuenta.

            Hasta hace muy poco tiempo Cafayate carecía de cárcel y juzgado, los detenidos de todas condiciones y sin distinción de causas eran tenidos en un cepo en la plaza pública, sufriendo los rigores de las estaciones sin que la indolencia de las autoridades municipal tratase de poner remedio a un mal, que afectaba su honor propio, y particularmente al del vecindario de Cafayate, siendo resultado de este abandono, no solo los sufrimientos inferidos a los detenidos, sino también la falta de seguridad para conservar a los reos.

            Semejante mal no podía durar por mucho tiempo, y algunos vecinos persuadidos de la necesidad de poner un remedio pronto y que no podía esperarse este de la municipalidad, en pocas horas suscribieron las cantidades bastantes, y hoy posee Cafayate, debido exclusivamente a los esfuerzos patrióticos de esos vecinos una casa adecuada para Cárcel y Juzgado, que no la habría tenido jamás de la Municipalidad, que solo se ha hecho notable por una hostilidad pueril retirando la pequeña suma que pasaba para alquiler de casa para el Juzgado y que ha solicitado el vecindario para atender con ella a los gastos que demandase la oficina.

            No se crea Exmo. Señor, que este hecho es excepcional, lo que hemos dicho respecto de la cárcel, es aplicable a otras obras de igual o mayor importancia. Hasta ahora no hay en Cafayate una Iglesia, que por su decencia y proporciones corresponda a su población.

            La Iglesia actual más que un templo destinado al culto divino, es una pocilga estrecha y sin ventilación, por cuya causa una gran parte de los fieles no puede cumplir sus preceptos religiosos. Felizmente el vecindario comprendió que el pueblo no podía estar privado por mas tiempo de satisfacer una de sus primeras necesidades, cual es la observancia de los preceptos religiosos, único freno que puede contener a la muchedumbre que por su ignorancia se lanza con hasta frecuencia en la deuda del crimen, y con recursos propios emprendió la construcción de un templo adecuado a la población, sin que fuera suficiente para desmayar su ánimo la indolencia de las autoridades civiles y eclesiásticas, a quienes está encomendada la educación civil y religiosa del pueblo.

            Estos hechos prueban de una manera evidente que si no fuera el espíritu público, el celo de que están animados los vecinos de este Partido, Cafayate habría permanecido en el mismo pie, que lo encontró el establecimiento de las municipalidades, las cuales no llenan su objeto por las razones, que hemos tenido el honor de exponer anteriormente.

            V. E. habrá traslucido, por los hechos que llevamos relacionados, que esta población está bien preparada para la vida municipal, como igualmente el porvenir brillante que debe alcanzar bajo una autoridad inmediata que sepa dar la conveniente dirección al espíritu público, aunando los esfuerzos individuales a un solo propósito, al de procurar y asegurar la mayor suma de bien posible.

            Asimismo se deduce de estos hechos, que para que estos Partidos lleguen al progreso que legítimamente se les debe es de una necesidad premiosa, que se cree un departamento de ellos, sin lo cual no pueden participar de las ventajas del municipio, y se postergaría por mucho tiempo su prosperidad.

            Estas consideraciones nos han movido ha dirigir la presente solicitud. En las mismas y otras que omitimos por no cansar la atención de V.E. apoyamos tiempo ha otra solicitud, que dirigimos al Sor. Gobernador de la Diócesis para que creara un Curato de estos Partidos, solicitud que ha languidecido hasta ahora en los archivos de la Curia y que no podemos saber cuando será despachada en la forma que es de desearse.

            Nos alienta la confianza de que V.E. encontrará atendible nuestra súplica, y de que como Poder Colegislador la apoyará eficazmente ante la H.L. a quien por la Constitución le corresponde la creación de nuevos Departamentos en la Provincia, como igualmente de que en ejercicio del derecho de patronato V.E. se servirá dar todos los pasos conducentes al objeto de que sea despachada favorablemente la solicitud que tenemos pendiente ante la autoridad eclesiástica.

            V.E. habrá dado así un prueba mas de la liberalidad de los principios que dirigen la marcha de la administración actual, y de su celo nunca desmentido a favor del progreso del país.

                                                           Exmo. Señor

            Cesáreo Niño, Sigifredo Brachieri, José Tomás de Peñalba, Nabor Frías, Manuel Basílides de Peñalba, Carlos Cornejo, Leónides de Peñalba, Cruz Ballesteros, José Modesto Moreno, Fanor Padilla, José María Azcárate, José López, Félix M. Maydana, Juan N. Ibarbalz, Delmirio Córdoba, Juan A. Azcárate, Justo Costas, Juan Valdés, Juan Medeiros, Emeterio Santos B., Antonio Oliber, Soylo Zambrano, Crispin López, Florencio Aransars, José Zambrano, Miguel Rodríguez, Sipriano ¿?, Wenceslao Plaza, Florentín Rodríguez, Hipólito Medina, Juan Antonio Oliber, Miguel Cano.

El Gobierno}

            Salta Julio 29 de 1862 =

            Por esta solicitud a S.S. Ilma. el Revmo. Obispo Diocesano con la nota acordada =

                                               Uriburu

                                                           Genaro Feijoo[29]

 

 

            La instalación del primer Consejo Municipal, tuvo lugar en enero de 1866 y su primer intendente fue don Sigifredo Brachieri. Vendría después un crecimiento lento, pero firme, con las primeras construcciones importantes y la apertura de nuevas calles, la continua incorporación de organismos públicos, escuelas, un colegio privado, el hospital creado en 1875 bajo la administración de la Sociedad de Beneficencia, grandes comercios de ramos generales, la usina eléctrica instalada en 1926 que por varios años prestaría un servicio público y domiciliario de no más de cuatro horas por día, una oficina de la Dirección Nacional de Vinos y la sucursal del Banco de la Nación Argentina inaugurada en 1896, la primera del interior de la Provincia y hoy una de las más antiguas del país, un hecho ciertamente significativo de la solidez que adquiría el desenvolvimiento económico de la región, en tanto que el transporte de carga y pasajeros se cumplía a través de tropas de carros que iban y venían en lerda caravana por unos cien kilómetros entre Talapampa y Cafayate, debiendo transitar en buena parte por el cauce del río seriamente comprometido en los meses de verano. El servicio constituía un ingrediente fundamental en la vida de los pobladores de la zona, considerando además las características de las tropas, la organización de su recorrido, los obligados puntos fijos de descanso y refresco de animales y el acontecimiento de cada arribo a destino, alrededor de toda una multitud de componentes generadores de infinitas anécdotas. El referido transporte sería reemplazado al inicio del pasado siglo por los primeros automotores, que no obstante debían ser auxiliados con frecuencia por las mulas de los carros. Años más tarde se produciría un progreso sostenido y por momentos vertiginoso.

 

 

LA CATEDRAL

 

            Decíamos que la Doctrina del Rosario de Calchaquí, estaba regida por una antigua Misión de los Padres Franciscanos que se establecieron en la zona a mediados del siglo XVIII, concretamente en el campo de las Capillitas, al pie del cerro de San Isidro, cuya existencia se mantuvo aproximadamente cincuenta años.

            El templo primitivo comenzó a construirse en 1808, siendo inaugurado por el cura de San Carlos don Félix Ignacio Delgado el 14 de febrero de 1819; esta nueva Capilla, viceparroquia de San Carlos, se encontraba algunas décadas más tarde “en estado despreciable y en ruinas”, razón por la que el presbítero Julián Toscano emprende en 1890 la tarea de construcción de un nuevo templo. El escritor y sacerdote agustino Pablo Hernando Moreno explica que “la obra se emprendía depositando la confianza en Dios, dador de todo bien, y en las limosnas que familia por familia iría recogiendo la venerable imagen de la Virgen del Rosario (o la “Sentadita”), en su recorrido por los hogares cafayateños”. Es así que la actual iglesia Catedral de estilo postcolonial con influencia de la arquitectura italianizante, y cuya construcción total demandó cinco años, por impulso del padre Toscano y bajo la dirección del maestro catalán Pedro Coll. La imagen de la Virgen del Rosario, escribe acertadamente Hernando Moreno que en este venturoso año “fue colocada en el altar mayor del tempo, como feliz heredera del feudo de la donante doña Josefa Frías de Aramburú”. La iglesia fue inaugurada y consagrada el 4 de enero de 1895, por el Excmo. Sr. obispo de Salta, monseñor Pablo Padilla y Bárcena, y en la actualidad es la sede del Obispo de la Prelatura de Cafayate. Fueron diez los prácticos de obra que intervinieron, pero “el más conocido fue el maestro Daniel Reyes”, y para la construcción se ocuparon más de cien obreros. Esta iglesia es una de las tres que existen en América Latina con cinco naves en su interior, formadas por los cinco tramos del ancho total de la fachada, siendo uno de los atractivos turísticos más admirados. El 8 de setiembre de 1969, Su Santidad Pablo VI crea la Prelatura de Cafayate, y proclama el Patronazgo de Nuestra Señora del Rosario sobre la nueva Prelatura, nombrando meses más tarde como administrador apostólico al padre agustino Diego Gutiérrez Pedraza, nombrado luego Obispo titular en el mismo año. Esta Prelatura abarca todo el Valle de Calchaquí (Salta, Tucumán y Catamarca) con una extensión de 46.847 Km2.

            Es de interés mencionar brevemente los altares, sus imágenes y dentro de lo posible el origen, porque recordarlo no solo explica la arraigada fe cristiana de los cafayateños desde antes de la fundación, sino el afán que tuvieron los lugareños por enriquecer tanto la iglesia en su casco histórico, como el patrimonio de este pueblo pujante.

            El Altar Mayor está destinado para la Patrona de la iglesia, Nuestra Señora del Rosario, quien según explica Pablo Hernando Moreno “como madre, reina y protectora vela por todos sus hijos de la comunidad cafayateña y de todo el Valle Calchaquí, por ser la titular de la Prelatura de Cafayate”. Es una imagen sedente y de vestir, cuyo valor artístico se centra en las manos y la cabeza, piezas que fueron traídas del Alto Perú por los padres franciscanos; el cuerpo está someramente modelado en madera, al igual que la sillita rústica[30].

            Las imágenes de los altares laterales son las siguientes: Comenzando por la derecha se encuentra el altar de la Virgen del Carmen, acompañada de San Roque de Montepellier y San Judas Tadeo. Según archivos de Pablo Hernando Moreno, la imagen de la Virgen es muy antigua y fue traída del Alto Perú, especialmente su cabeza y las manos, mientras que el resto es una armadura de madera para vestir. Las otras dos imágenes son modernas. Aunque este altar de estilo neogótico no tiene una placa que identifique la familia donante, es justo mencionar que el omitido benefactor fue don Wenceslao Plaza. El altar siguiente es el de la Virgen del Rosario de Pompeya, acompañada de Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena. También de estilo neogótico, contiene quince cuadros de madera policromada que representan los Misterios del Rosario bordeando todo el contorno del mismo; sus molduras están enchapadas con lámina de oro y es obra del artista M. Casals. Este altar conserva una placa donde indica que fue donado por la familia de Peñalva Torino. Este sector de la Catedral termina con el altar dedicado al Calvario, y tiene las imágenes de Jesucristo Crucificado, en compañía de la Virgen de los Dolores y del apóstol Juan. Una placa advierte que la familia Chavarría fue la donante.

            El primer altar del costado izquierdo está dedicado a la Virgen de la Medalla Milagrosa, juntamente con la de San José y San Agustín. También con estilo neogótico se encuentra el altar dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, “una talla importada de Italia”, refiere Hernando Moreno, y añade que “en la base está colocado el Sagrario, de madera dorada, y sobre él una pequeña talla de Jesucristo Crucificado (…) reconocida como una talla de caracteres expresionistas de gran belleza (…) Acompañan en el altar, visiblemente recargado, las imágenes de San Antonio de Padua, Santa Margarita, María Alacoque, Santa Teresita del Niño Jesús y San Ignacio de Loyola, todas de características modernas. El altar es donación de la señora Carmen Diez de Frías”. El último de los altares es una pequeña réplica de la Basílica de Fátima, para guardar a la Virgen del mismo nombre. La acompañan las imágenes del personaje bíblico Tobías y el arcángel San Gabriel. Al otro lado una moderna imagen de Santa Rita de Casia. Agrega el versado escritor que seguimos, que “tiene una gran importancia la imagen de Cristo yacente, guardada celosamente en la parte inferior del altar. Es articulada en los hombros, lo que posibilita la ceremonia del descendimiento en la noche del Viernes Santo; ceremonia muy típica, que congrega a todos los devotos cafayateños”. También podemos apreciar el antiguo baptisterio en la entrada de la Catedral, donde se guarda la imagen de la Virgen de la Merced, que data de mediados del siglo XIX[31].

 

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

 

ARCHIVOS

 

Archivo del Arzobispado de Salta

Archivo de la familia PLAZA NAVAMUEL

Archivo y Biblioteca Históricos de Salta

Archivo Parroquial de Cachi (Salta)

Archivo Parroquial de Cafayate (Salta)

Archivo Parroquial de Molinos (Salta)

Archivo Parroquial de San Carlos (Salta)